Page 46 - ISALUD Número 71 - Marzo2020
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agresor de la sociedad. Pero, además, y ésta  “los estándares   gativa y, de no hacerlo, se acerca en una con‑
          es la razón de mayor peso en la conducta  internacionales   ducta suicida.
          social repetitiva que está en juego, el castigo  muestran que   Si reconocemos que formamos parte de una
          puede tener poder disuasorio no sólo en los  la población   sociedad con los límites desdibujados, creo
          agresores, sino en los demás e inducirlos a  argentina   que es tiempo de comenzar a darnos cuen‑
          rechazar cualquier reiteración de la conduc‑ presenta índices   ta  de  que  no  todo  está  permitido.  Darnos
          ta sancionada.                        elevados de       cuenta, de una vez por todas, de que hay
          En  lugar  de  la  justificación  del  castigo  en  actitudes y   muchas  cosas  que  se  pueden  hacer,  pero
          términos de ganancias futuras, el abordaje  creencias que se   hay otras que, en contrapartida, son inadmi‑
          centrado en la retribución procura una jus‑ caracterizan por   sibles. Darnos cuenta de que así como pode‑
          tificación del castigo a partir de los sucesos  ser antisociales   mos cuestionar toda forma de autoritarismo
          pasados: el castigo está justificado porque el  porque vulneran   ciego o arbitrario, toda imposición de nor‑
          culpable cometió voluntariamente un acto  los derechos de   mas hipócritas por parte de unos supuestos
          indebido. El principio de justa retribución se  los integrantes   maestros de moral que pretenden dictami‑
          expresa en cierta proporcionalidad entre el  de la propia   nar aquello que concierne a la esfera de lo
          crimen y el castigo y, fundamentalmente, en  comunidad”   privado, debemos alentar la reflexión crítica
          la certeza de que un crimen no debe quedar              y la aceptación meditada, sensata, de aque‑
          impune. Pues de no hacerlo, se es cómpli‑               llas normas que permiten construir una so‑
          ce de la violación pública del principio de             ciedad organizada.
          justicia.                                               Finalmente, es hora de que comencemos a
          En 1992, Carlos Nino nos advertía en  Un                darnos cuenta de que una sociedad que no
          país al margen de la ley sobre la ausencia de           sabe acatar los límites ‑razonables, no inútil‑
          ley o anomia, entendida como la tendencia a             mente autoritarios‑ es una sociedad expues‑
          la ilegalidad, tanto en la esfera pública como          ta a generar su propio y evitable dolor.
          en la microsocial. Retomando la misma lí‑               En lo que toca al grupo etáreo que exami‑
          nea reflexiva, los estándares internacionales           namos, la sociedad civil, sirviéndose de las
          muestran que la población argentina pre‑                organizaciones intermedias, de los colegios,
          senta índices elevados de actitudes y creen‑            los clubes y, fundamentalmente, del diálogo
          cias que se caracterizan por ser antisociales,          familiar, debe sancionar las conductas ado‑
          en tanto que vulneran los derechos de los               lescentes que, siendo letales, al enmascarar‑
          integrantes de la propia comunidad.                     se tras una apariencia casi lúdica, fueron
          Mientras que un sistema de normas explí‑                descuidadas por el mundo adulto.
          cito establece claramente las reglas y las              Esta tarea de conjunto nos apremia: mien‑
          prohibiciones, paralelamente funciona un                tras la sociedad civil no respete las reglas
          código práctico tácito que establece cuándo,            compartidas, mientras los poderes del Es‑
          cómo y por quiénes pueden ser trasgredidas              tado no sancionen los delitos cometidos
          las  normas  explícitas.  Las  normas  existen,         (comenzando por aquellos cometidos por
          pero coexisten con una normatividad alter‑              los propios adultos, mientras no se respete
          nativa, un código práctico que rige con ma‑             la institución del justo castigo, no sólo no
          yor fuerza que la ley.                                  funcionaremos exitosamente, sino que se‑
            Un  ejemplo entre  miles:  en  una  esquina,          guiremos expuestos todos, absolutamente
          el peatón tiene prioridad en el cruce de la             todos, a una peligrosa y mortífera despro‑
          calle. Pese a que existe una ley de tránsito            tección.
          que establece claramente que el automovi‑
                                                                  Bibliografía
          lista debe detenerse para que el peatón pue‑
          da cruzar, es el automovilista quien le da la           José Ferrater Mora y Priscilla Cohen, Ética aplicada.
          venia al peatón, concediéndole el permiso               Del aborto a la violencia, Madrid, Alianza Editorial,
                                                                  1983, p. 186; C. L. Ten, “Crimen y castigo”, en Peter
          para hacerlo. Al peatón sólo le cabe esperar
                                                                  Singer (ed.), Compendio de ética, Madrid, Alianza
          a que el automovilista le ceda dicha prerro‑            Editorial, 1993.
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